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La custodia de Toledo de Enrique de Arfe

Eulalio Martín-Tadeo Sánchez

La última vez que la custodia de la catedral de Toledo salió de esta ciudad fue para la Exposición Universal de Sevilla de 1992, donde formó parte del pabellón de la Santa Sede. Cuentan que allí, una de las limpiadoras que diariamente limpiaban dicho pabellón, cada vez que pasaba enfrente de la custodia se arrodillaba. Extrañado de este comportamiento, uno de los guardias encargados de la seguridad de la exposición le preguntó la razón de su continuo gesto, ya que en la custodia no estaba la Sagrada Forma. La limpiadora le contestó: “No está, pero ha estado”.

A inicios del siglo XVI, el Cabildo de la Catedral de Toledo abrió un concurso para la realización de un trono que cobijara el conocido como “Ostensorio de Isabel la Católica”. Este ostensorio es una custodia de tipo portátil realizada a finales del siglo XIV por el orfebre catalán Almerique, utilizando oro traído por Cristóbal Colón de su primer viaje a Las Indias. Fue comprado en 1505 por la catedral de Toledo por encargo de Francisco de Cisneros, por entonces arzobispo de Toledo.

Tras el citado concurso, se eligió el proyecto del orfebre de origen alemán Enrique de Arfe. El proyecto de Arfe se inspiraba en la Torre Eucarística del retablo mayor de la catedral toledana. Así, la custodia fue realizada entre 1515 y 1523.

La obra de Arfe es una magnífica torre gótica de plata dorada de tres metros de altura, en la que se utilizaron 183 Kg. de plata y 18 Kg. de oro. Además, contiene 5600 piezas, 270 estatuillas, miles de tornillos y numerosas piedras preciosas.

La base la forman dos cuerpos. El primero es un cuerpo de doce lados en los que aparecen escudos heráldicos de diferentes arzobispos de Toledo. Sobre ello, un friso quebrado contiene seis escenas de la Pasión, en plata dorada, enmarcadas por doce relieves de figuras de profetas.

El centro de la custodia lo conforman seis pilares góticos de dos metros de altura que arrancan desde la base, y que a través de dos pequeños arbotantes se unen a seis estribos volados de un metro de altura cada uno. Sobre el arbotante inferior se colocan seis figuras de diferentes santos, y el arbotante superior se remata en forma de hoja curvada. En el interior de este cuerpo central es donde se coloca el ostensorio con el viril que contiene la Sagrada Forma.

Encima del cuerpo central se forma un templete gracias a un doble arco en el que hay figuras de ángeles, apóstoles y santos. El interior de este templete cobija la figura exenta de Cristo resucitado, que parece emerger triunfante en medio del enmarañado bosque dorado de arquillos y diversos elementos decorativos. Corona el templete otra estructura muy similar a la anterior, pero de menor tamaño, que contiene una figura del Niño Jesús bendiciendo. El presente cuerpo aparece cerrado por cuatro arquitos que dan lugar a un pequeño copete en cuyo interior se sitúa una paloma, símbolo del Espíritu Santo. Finalmente, en todo lo alto, una cruz de oro, plata, esmeraldas y perlas corona la custodia. Todo el conjunto está decorado por diferentes adornos de estilo gótico, entre ellos numerosas campanitas, las cuales producen el característico campaneo de la custodia en la procesión del Corpus Christi a su paso por las calles de Toledo.

En agosto de 2011 la custodia de Enrique de Arfe salió de nuevo de la ciudad de Toledo. La ocasión fue la celebración de la vigilia de oración con el Santo Padre Benedicto XVI en Madrid, el sábado 20 de agosto, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud[1].

La custodia de la catedral de Toledo es para muchos la obra más importante del arte cristiano. Quizá lo sea, pero si lo es, no es por su altura imponente, ni por sus proporciones elegantes, ni tampoco por las innumerables perlas y esmeraldas que la decoran, sino porque sirve de asiento al Señor en su paso por las calles toledanas. Incluso cuando permanece en el Tesoro de la Catedral Primada es una joya del arte universal, aunque ya no esté la Sagrada Forma, porque no está, pero ha estado.

Este artículo fue publicado Boletín Nártex, Nº15, Verano 2011.

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[1] Actualizaciones al artículo del autor.

Imagen 1. Custodia de Arfe.

Imagen 2. Detalle de la custodia de Arfe[2]

Imagen 3. Custodia de Arfe en el Corpus 1997[3].

Imagen 4. Custodia de Arfe en el Corpus de 1987[4].


[2] http://es.cisneros2017.es/video-sobre-la-restauracion-de-la-custodia-de-toledo-encargada-a-arfe-por-cisneros/

[3] http://www.toledo.es/toledo-siempre/exposiciones-virtuales/46-nuestro-corpus-christi-1982-1997-mil-fotos-para-el-recuerdo/corpus-christi-1997/#&gid=1&pid=219

[4] http://www.toledo.es/toledo-siempre/exposiciones-virtuales/46-nuestro-corpus-christi-1982-1997-mil-fotos-para-el-recuerdo/corpus-christi-1987/#&gid=1&pid=29


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La tradición del Corpus Christi en Toledo

Gabriel Salinero Gervaso

Profesor de Historia


Aunque estamos en el tiempo ordinario según el calendario litúrgico, es este un período lleno de fechas extraordinarias, como lo es celebración del Corpus Christi. De gran solemnidad en diversos puntos de España, destaca sobre todo en Toledo, donde aún se tiene el privilegio de mantenerla el Jueves, 60 días después de Jueves Santo, su día propio.

Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en la Edad Media. En la Abadía de Mont Cornillón, en Lieja, Santa Juliana, muy devota de la Eucaristía, recibe visiones místicas y decide comunicarlas, al obispo de la ciudad Robert de Tourote y al Archidiácono Jacques Pantaleón. El obispo, conmovido, convoca un sínodo en 1246 para celebrar una fiesta en honor a la Eucaristía el año entrante En 1247, en Lieja, se celebra por primera vez la fiesta del Corpus Christi.

Hacia 1264, el sacerdote Pedro de Braga, durante un viaje por Italia, decide parar en la Basílica de Santa Cristina de Bolsena, para celebrar la Misa. Influenciado por la doctrina herética de Berengario de Tours (+1088), que negaba la transubstanciación, dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y al pronunciar las palabras de la consagración, la Hostia comenzó a sangrar.

Jacques Pantaleón, elegido papa en 1261 con el nombre de Urbano IV, impresionado por estos acontecimientos, decide instaurar la fiesta litúrgica del Corpus Christi en 1264 con la bula “Transiturus de hoc mundo”, para la adoración eucarística dentro de los templos de toda la Cristiandad. Nicolás V durante la celebración de la solemnidad del Corpus de 1447, saldrá por primera vez en procesión por las calles de Roma.

Pero será en Toledo donde la procesión del Corpus se celebre de manera muy especial. Toldos en las calles que sirven de palio; adornos, faroles,   guirnaldas. La primera noticia sobre la celebración se remonta a 1342, pues en un documento conservado en la catedral se habla de la cera repartida a los clérigos del templo primado para la celebración de la fiesta. También se tiene noticia de que en 1418 sale por las calles de la ciudad del Tajo la procesión eucarística. Desde este momento y hasta hoy, la procesión del Corpus de Toledo irá adquiriendo mayor importancia.

Participaban  los  gremios  de  la ciudad –cuyo único recuerdo en la actualidad es de los hortelanos–, así como cofradías y hermandades. La única que sobrevive es la cofradía de la  Santa  Caridad,  posiblemente  la más  antigua  de  España,  que  fue creada por Alfonso VI en 1085 para dar cristiana sepultura a los caídos en la conquista de la ciudad. Por su antigüedad sus miembros tienen el privilegio de desfilar lo más cerca del Santísimo, rodeados por los clérigos revestidos  de  capas  pluviales.  Las otras  cofradías  que  actualmente participan son de moderna creación.

Desde finales del siglo XVII, abre la procesión el pertiguero o varaplata, habitual en las celebraciones litúrgicas  de  la  catedral.  Personaje revestido con capa de seda blanca del siglo XVIII y peluca rizada que golpea con su vara para anunciar de la llegada del cortejo. Junto a él, el perrero, que ayudado de una pértiga espantaba a los perros que se cruzaban en el recorrido procesional. Tras ellos la cruz que Alfonso V el Africano, rey de Portugal, regaló al obispo Alfonso Carrillo de Acuña. Una monumental cruz de plata dorada, de hechuras góticas sustentada en una manga de seda de la época de Cisneros.

Anunciando al Cabildo Primado, encontramos el símbolo que indica su presencia, la cruz patriarcal del cardenal Mendoza, realizada a mediados del siglo XV por artistas portugueses. De 240 cm de altura y de plata dorada y blanca, su valor histórico estriba en que fue el primer símbolo cristiano que campeó en la Alhambra de Granada cuando fue tomada por los Reyes Católicos en 1492.

El centro de todo el cortejo es Jesús Sacramentado. Cristo, hecho pan, desfila por las calles de Toledo en su custodia. La que hoy contemplamos consta de dos custodias: una interior –el ostensorio–, obra de un platero catalán, Jaime Aimerich, cobijada por una torre gótica de plata, labrada por Enrique de Arfe (sobre ella puede consultarse el artículo de Eulalio Martín-Tadeo en el boletín n.º 15). Pero existió  otra  custodia,  también de plata, desaparecida, parece ser, hacia 1521. Se especula sobre su desaparición, unos opinan que fueron los partidarios de María de Pacheco, esposa de Juan de Padilla, quienes saquearon la catedral y robaron la custodia; otros creen que fueron los canónigos, que gastándose  el  presupuesto  de la nueva custodia para sufragar la guerra de las Comunidades, deciden fundir la antigua para convertirla en la que hoy vemos.

Debemos hacer mención también a los gigantones y a la Tarasca. Encargados por el cardenal Lorenzana, se fabricaron en Barcelona a fines del siglo XVIII. Son parejas de personajes que representan los cuatro continentes conocidos: Europa, Asia, África y América. Además del que representa al Cid Campeador. La Tarasca, con forma de dragón –cuyo origen se remonta a la leyenda de santa Marta en Tarascón– es la figura del pecado. Sobre su lomo baila una muñeca, la Tarasquilla, imagen de Ana Bolena, causante del cisma entre católicos y anglicanos.

Sin embargo, además de la tradición, hemos tener en cuenta la esencia litúrgica y teológica de esta significativa solemnidad. << La fiesta del Corpus Christi es inseparable del Jueves Santo, de la misa in Caena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado, en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de la ciudad y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos.>> (Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad del Corpus, 23 de junio de 2011).

Este artículo fue publicado Boletín Nártex, Nº19, Año VI, Verano 2012

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Imagen 1. Procesión del Corpus Christi

Imagen 2. Custodia de Arfe.

 Imagen 3. Los gigantones[1].

Imagen 4. La Tarrascona. 1992. del Archivo Municipal de Toledo[2].


[1] https://www.latribunadetoledo.es/noticia/z4c80a330-ef9e-2133-935e088d6d17a7d9/20150604/toledo/huye/tarasca

[2] http://www.toledo.es/toledo-siempre/exposiciones-virtuales/46-nuestro-corpus-christi-1982-1997-mil-fotos-para-el-recuerdo/corpus-christi-1992/

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