Tentación de Cristo (1999, J. Kirk Richards)
Este año, el Papa en su mensaje para la Cuaresma nos habla de los falsos profetas que actúan, como lo hace el demonio en esta imagen con Jesús, engañándonos, intentando apartarnos de lo verdaderamente importante. Satanás, en estos tiempos en que vivimos, adopta la forma de «esos “charlatanes” que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido.
Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas.
Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien».
Como en esta hermosa pintura del pintor contemporáneo J. Kirk Richards, el demonio nos señala con su dedo un mundo lleno de seducciones banales, como pueden ser ahora las redes sociales mal, o en exceso utilizadas, cargadas de recompensas emocionales, un «me gusta», un comentario…, y nos lleva así a ir mendigando amores donde no hay más que una pantalla tras la cual se esconde la debilidad humana, que siempre ha formado parte de nuestro ser.
Todo esto te daré si me adoras (Mt 4, 9)…, ¿Qué nos ofrece el demonio con estas, en tantas ocasiones, pérdidas de tiempo? Distraernos, de nuestras obligaciones y, sobre todo, de lo que, como dice el Santo Padre tan sabiamente, de lo único que es capaz de llenar nuestro corazón plena y verdaderamente, el amor de Dios, concretado éste en la lectura de su Palabra, el tiempo de oración y adoración, y en la participación en los sacramentos.
Hagamos pues, en este tiempo, como nos dice el Papa, y como hace también Jesús cuando padece las tentaciones de Satanás en el desierto, démosle la espalda. Rechacemos cuanto nos aleja de Dios y enfría nuestro amor hacia Él. ¿Por qué no hacer en estos días ayuno mediático? Menos redes sociales y ver qué pasa por Twitter, y más lectura de la Palabra de Dios; menos chats huecos en WhatsApp y más oración; menos Instagram y más participación en la Misa, Adoración y Confesión.
Contempla esta imagen, y sumérgete en la fuerza de Cristo para vencer al pecado, fortalécete en el desierto de lo prescindible, para acercarte a lo único necesario, bueno, bello y verdadero: el amor de Dios en su Hijo Jesús que en cuarenta días morirá por ti clavado en la cruz. ¿No merece tan alto precio unos pequeños sacrificios?